Suelos en deuda: nutrición y sustentabilidad del cultivo de soja

Suelos en deuda: nutrición y sustentabilidad del cultivo de soja

La soja enfrenta un escenario crítico: balances negativos de nutrientes, pérdida de fertilidad y brechas de rendimiento que superan el 30%. Investigaciones de INTA y Fertilizar A.C. advierten que la sostenibilidad del cultivo exige un cambio de paradigma en la nutrición y manejo de los suelos. 

El cultivo de soja se consolidó en las últimas décadas como el gran protagonista de la agricultura argentina. Con millones de hectáreas implantadas cada campaña y aportes decisivos a la economía nacional, este cultivo representa uno de los pilares productivos del país. Sin embargo, detrás de esa magnitud se esconde una realidad preocupante: la soja está dejando una fuerte deuda con los suelos, y la evidencia científica lo confirma. 

Según trabajos realizados en la región pampeana las brechas de rendimiento, diferencia entre el potencial en secano y los rendimientos que obtienen los productores condiciones de secano, oscilan entre el 30 y el 35%. Según los Dres. Nahuel Reussi Calvo y Hernán Sainz Rozas (INTA Balcarce), estas diferencias se explican por un entramado complejo de factores: genética, manejo del agua, prácticas agronómicas, salud del suelo y, de manera central, la nutrición. 


La cuenta pendiente: balance negativo de nutrientes 

Uno de los hallazgos más contundentes es el balance negativo de nutrientes. En soja, la extracción de fósforo (P) supera en promedio en 11 kg/ha al aporte de fertilización, mientras que en azufre (S) la diferencia negativa alcanza los 7 kg/ha. Dicho de otro modo: año tras año se extraen más nutrientes de los que se reponen, un proceso de minería silenciosa de la fertilidad. Esta situación se traduce, en un cultivo altamente demandante como la soja, en una disminución progresiva de la capacidad productiva y en una pérdida de competitividad frente a sistemas más balanceados. 

Los mapas de evolución de nutrientes elaborados en conjunto por INTA y la Asociación Civil Fertilizar son gráficos:

  • El 42% de la región agrícola presenta niveles de fósforo (P) por debajo del umbral crítico (Figura 1), por lo cual, si no se fertiliza, no solo se ve limitado el rendimiento de la soja sino también que condiciona la eficiencia del uso de otros nutrientes y la fijación biológica del nitrógeno, lo cual puede llevar a balances negativos de este nutriente.

 

  • En el caso de micronutrientes como zinc (Zn) (Figura 2) y boro (B) (Figura 3), la deficiencia se observa en mas del 50% de la superficie cultivada, evidenciando un problema silencioso pero creciente, ya que ambos son esenciales para procesos relacionados con el crecimiento vegetativo y reproductivo, y con la calidad de la producción. 

 

 

Estas tendencias coinciden con la pérdida de materia orgánica que, en la región pampeana, disminuyó entre un 20 a 35% respecto de su condición prístina, comprometiendo no solo la fertilidad química, sino también la salud física y biológica de los suelos.

 

Un problema silencioso y creciente 

Las deficiencias de micronutrientes como zinc y boro son quizás el dato más inquietante. Si bien las carencias de fósforo y azufre han estado en agenda desde hace años, la caída progresiva de micronutrientes pasa muchas veces inadvertida. El rol de ambos micronutrientes es clave para la planta, dado que participan en numerosos procesos metabólicos ligados al crecimiento vegetativo y reproductivo y a la calidad de los granos. 

En palabras de los investigadores: “Más del 50% de los lotes evaluados en la región pampeana presentan deficiencias de Zn y B, un problema silencioso pero creciente, que condiciona la calidad y productividad de la soja”. 


Más allá de la fertilización: hacia un sistema integrado de manejo 

La conclusión es clara: la nutrición de la soja no puede pensarse de manera aislada. La fertilización estratégica, ajustada en base a diagnóstico y monitoreo, es una herramienta necesaria pero insuficiente si no se acompaña de prácticas que conserven y regeneren el recurso suelo. El desafío es adoptar un manejo integrado del suelo que combine: 

  • Rotación de cultivos con gramíneas o intensificación de las secuencias agrícolas con inclusión de cultivos de servicio, para aportar carbono y mejorar la salud física y biológica, reciclar nutrientes y mejorar la cobertura para disminuir la erosión. 
  • Fertilización racional, basada en análisis de suelo y diagnóstico, con balances y reposición de nutrientes. 
  • Monitoreo permanente, con indicadores químicos, físicos y biológicos de calidad edáfica. 

Este enfoque, sostienen Reussi Calvo y Sainz Rozas, es la única vía para reducir las brechas de rendimiento y, al mismo tiempo, preservar la base productiva de largo plazo.

 

Una deuda que condiciona el futuro 

La soja enfrenta un escenario desafiante: balances negativos, deficiencias generalizadas de nutrientes y pérdida de materia orgánica. Los datos son una señal de alerta para productores, asesores y tomadores de decisión. De persistir esta tendencia, no solo se compromete la competitividad de la soja en Argentina, sino también la sustentabilidad de los sistemas agrícolas en su conjunto. Un cambio de paradigma en la nutrición y el manejo de los suelos, con un enfoque sistémico de la nutrición, puede transformar esta deuda en una oportunidad: producir más y mejor, cuidando el suelo que es, en definitiva, el capital natural más valioso. Lograrlo exigirá mayor compromiso con el diagnóstico, inversión estratégica en fertilización y la incorporación e integración de tecnologías insumos y de procesos que permitan cuidar hoy la base productiva para asegurar la soja del mañana. 

 

Destacado

Más del 35% de los lotes relevados presenta deficiencias de fósforo, azufre y micronutrientes como zinc y boro, un problema que compromete el rendimiento y la calidad del grano de soja.