Un estudio reciente evaluó el impacto del incremento de la velocidad de avance sobre la eficiencia de la siembra variable en girasol. La investigación, basada en la caracterización ambiental de los lotes, analizó cómo este factor puede incidir en la equidistancia entre semillas y en la calidad de la implantación, aspectos clave para mejorar los rendimientos del cultivo.
Para llevar adelante el estudio, se delimitó el lote según su productividad en tres ambientes: baja (BP), media (MP) y alta (AP). Sobre esta base, se implementó un diseño experimental en franjas con tres velocidades de siembra (Vt: 4,5 km/h; V1: 5,5 km/h y V2: 7 km/h), utilizando densidades diferenciadas de acuerdo con la heterogeneidad del suelo. La evaluación se realizó mediante el análisis de la equidistancia entre semillas, siguiendo la norma ISO 7256-1:1984.
Los resultados revelaron que, en todos los ambientes, la distribución de semillas presentó distancias que se desviaban del espacio teórico, con valores inferiores a la mitad de la distancia ideal o mayores a 1,5 veces esta medida. Sin embargo, las variaciones en los índices de fallas (F) y múltiple (M) arrojaron conclusiones interesantes.
Al analizar los resultados se observa que, en todos los ambientes, para las dos velocidades en estudio y el testigo, hubo distancias igual o menor a la mitad del espacio teórico o mayor a 1,5 veces este valor. Estas situaciones incidieron en el índice de calidad de alimentación (A) (Tabla 1).
Velocidad y calidad de siembra: hallazgos clave
En el ambiente de mayor productividad (AP), la velocidad más elevada (V2) permitió incrementar la capacidad operativa sin generar una distribución deficiente de las semillas. En contraste, los valores de índice múltiple (M) fueron más altos en V1 y en el testigo, indicando una mayor cantidad de semillas demasiado próximas entre sí.
En el ambiente de productividad media (MP), la menor densidad de siembra (2,3 plantas por metro) combinada con la velocidad más elevada mejoró la calidad de alimentación del sistema, aumentando la eficiencia operativa sin afectar la uniformidad en la implantación.
En el ambiente (MP) se observa el mínimo índice múltiple para la V2 (6 y 7,9% menor que V1 y el testigo respectivamente). En cambio, en el índice de fallos, en las dos velocidades, se midieron valores más bajos que el testigo, sin diferencias estadísticas entre V1 y V2. La calidad de alimentación es superior para V2, 6% mayor que V1 y 10% mayor que el testigo (2,5 ptas m-1 y 4,5 km h-1). (tabla 2).
Para los lotes de baja productividad (BP), el trabajo a 7 km/h con una densidad reducida (2,1 plantas por metro) resultó la estrategia más recomendable. Esta combinación optimizó la capacidad operativa sin generar aumentos en la variabilidad espacial del cultivo.
Eficiencia sin comprometer la implantación
El estudio demuestra que la siembra a mayor velocidad no necesariamente compromete la calidad de implantación, siempre que se ajusten las densidades de acuerdo con la productividad del lote. En los ambientes más productivos, la velocidad elevada optimiza la operación sin afectar la uniformidad, mientras que, en los suelos de menor calidad, una densidad ajustada permite mantener la eficiencia sin comprometer la implantación.
En el ambiente AP los resultados indican que es mejor trabajar a la velocidad más elevada ya que permite incrementar la capacidad operativa sin que haya un número importante de plantas muy cercanas una de otras que podría afectar los rendimientos.
En el ambiente MP es mejor colocar una densidad menor (2,3 ptas m-1) y trabajar a la mayor velocidad impactando positivamente en la capacidad operativa sin que se vea afectado la implantación por una variabilidad espacial muy marcada.
En el ambiente BP sería más recomendable trabajar a la mayor velocidad, pero con una menor densidad de plantas (7 km h-1 y 2,1 ptas m-1), estas decisiones favorecerán a la capacidad operativa del equipo tractor-sembradora sin disminuciones en la variabilidad espacial.